Lo que empezó como un trabajo obligatorio para las vacaciones de Navidad, con las esperadas protestas y malas caras por parte de muchos, se ha transformado en un impulso hacia adelante para esta profesora.
Es cierto que siempre espero lo mejor de vosotros, pero también lo es que tenía serias dudas respecto a los resultados de este trabajo. Habíamos visto ejemplos en clase, algunos de monologuistas a la última, y pensé que os había puesto el listón muy alto. Lo habéis saltado con ventaja.
El truco estaba en elegir un tema en el que estar cómodos, próximo a nuesta experiencia, para obtener una cantidad óptima de ideas que poner en orden y... "voilà"... prueba superada.
Y es entonces cuando disfruto "como una enana" leyendo vuestros monólogos sobre vidas en pueblos minúsculos, vacaciones no deseadas, fiestas locales, categorías de estudiantes, verdaderos amigos, novios imposibles, princesas color de rosa, caperucitas azules, náufragos sociales, personas con suerte, madres de verdad, traiciones imperdonables, comidas familiares, diferencias entre lo público y lo privado, "alias" para profesores, primeras experiencias, ...
A través de vuestros textos he podido contemplar lo cotidiano desde vuestra perspectiva, a través de vuestros ojos, y he sido consciente del salto generacional. Nada es lo mismo, aunque los temas sean los de siempre. Me ha parecido estar leyendo una versión actualizada de un tiempo en el que yo también fui estudiante y adolescente. En los noventa llevábamos otras pintas, pero también estábamos etiquetados: punks, heavies, pijos, rockabillies... Poníamos otra música, pero a nuestros padres tampoco les gustaba... No teníamos móvil ni perfil en tuenti, pero formábamos nuestras propias "redes sociales"... Las mismas preocupaciones en siglos distintos... Ojalá hubiese escrito un monólogo, ojalá hubiese puesto letra a mis pensamientos, ojalá hubiese tenido un lugar como este para expresarme y no perder ni una vivencia de aquellos años.
Leyendo vuestros trabajos y alucinando con vuestras interpretaciones en clase he recuperado la ilusión. Me he recordado subiendo al autobús cada día soñando con una profesión que me parecía inalcanzable, pero por la que valió la pena luchar. Aprender para enseñar, esa era mi meta. Vosotros sois mi esperanza. Gracias.